El Dios que existe

TEOLOGÍAFILOSOFÍA

Jon F. Sánchez

Todos los días convivo con personas que no comparten mi fe en el trabajo. Y cuando este tema se pone sobre la mesa, es interesante notar la manera en que cada uno ha formado su propia teología, moldeada por sus contextos e historias personales. Gracias a Dios, he podido conversar sobre este tema con ellos con gran apertura, lo que me permite entender el fondo de lo que han construido y los eventos que han marcado fuertemente esta misma teología. Evidentemente, todos en la mesa tenemos una concepción diferente de Dios; cuando eso es evidente en la conversación surge una pregunta muy interesante ¿cuál es la verdadera? En un entorno así, la respuesta casi siempre es “Todas pueden ser Dios”. Una respuesta bien intencionada que intenta alejar la controversia en una convivencia que logró ser cordial con un tema tan álgido. No obstante, esa declaración, aunque con buena intención, es falsa; muy parecida a “todas las religiones hablan del mismo Dios desde diferente perspectiva”. ¿Será que eso es verdad? No estoy de acuerdo, y presentaré mi argumento a ello.

Hay una historia muy popular, presumiblemente india, que se usa como símil para demostrar cómo las religiones ven a Dios, aunque, de hecho, demuestra lo contrario. Es la historia del sabio, los ciegos y el elefante. Este cuento relata a un sabio que viajaba sobre el lomo de un elefante hasta que le cayó la noche, por lo que se detuvo en una casa con un granero enorme, dejó ahí al elefante y tocó a la puerta para pedir hospedaje. Los dueños de la casa eran seis hermanos ciegos que aceptaron dar hospedaje al sabio, y al enterarse de que este hombre había dejado a su elefante en el granero, les dio curiosidad conocerlo ya que no sabían lo que es un elefante. Así que el sabio los llevó para que lo conocieran. Los hermanos se acercaron al elefante y comenzaron a palpar diferentes partes del elefante. Uno de los hermanos que tocaba una pata, gritó que era como un gran árbol, otro al tocar un colmillo dijo que era como una lanza, otro al tocar la trompa pensó que era una gran serpiente, el que palpó el cuerpo exclamó que era como una gran roca, el que tomo la cola dijo que era una soga, el que se acercó a la oreja comentó que era un delantal de cuero muy grande.

trees in forest with sun rays
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Es ahí donde el cristianismo es consistente en su teología. Un Dios que es perfectamente santo no convive con lo que no es santo, por ello cuando el ser humano pecó, Dios no puede convivir con el pecado, por eso el ser humano no puede acercarse a Dios. Podrías preguntarte “Pero siendo Dios ¿No puede simplemente olvidarse de eso y pasarlo por alto?”, ahí entra perfectamente otro atributo de Dios: su justicia. Siendo perfectamente justo, no puede simplemente pasar por alto una injusticia (el pecado), debe hacerse justicia frente a la transgresión de la ley de Dios. De nuevo, podrías preguntarte “¿Y dónde queda el amor de Dios? ¿No se supone que es un Dios de amor?” y estarías totalmente en lo cierto. Es ahí donde entra en cuadro Jesús.

Dejando a un lado las religiones como instituciones, intentemos pensar en la idea de “dios”. Para que este ser tenga tal título, tendría que poseer una perfección inigualable, de otra manera, no podría estar en dicha categoría. Si este ser catalogado como Dios es absolutamente perfecto, implica que todo atributo y lo que corresponde a su ser, está en absoluta armonía consigo mismo y en la suma de todo lo que es. Esto significa que si aún en nuestra limitada concepción de lo que este ser puede ser, contemplamos una millonésima parte de su ser y la comparamos con lo que otro en esa misma capacidad también contempla, ambos tendrían dos perspectivas que esencialmente pueden armonizarse por la naturaleza del ser. Si estas no fueran capaces de establecer una armonía entre sí, alguna de las dos perspectivas está equivocada o incompleta. En ese caso, necesitaríamos muchas más perspectivas para estudiar cuáles pueden armonizarse y conocer al ser catalogado como “dios” por la suma de sus partes o una que en su teología haya congruencia en todas sus partes y sus atributos operen en perfecto equilibrio, así como en su actividad.

silhouette of man standing on rock while looking in sky
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Dios sabía que su perfecta justicia no podría ser suplida por un ser tan imperfecto como el ser humano, por lo tanto, el ser humano jamás iba a poder estar en una comunión cercana con Dios. Por esto, Dios mismo tenía en mente la estrategia perfecta para que el hombre pudiera volver a tener una relación íntima consigo mismo. Dado que el hombre no puede suplir perfectamente Su justicia perfecta, alguien debía hacerlo en nombre del ser humano, pero también desde la posición de la humanidad, la dificultad (para nuestra lógica) es pensar en quién podría ser lo suficientemente perfecto para suplir a la justicia perfecta, la respuesta: el único ser perfecto, Dios. Por eso Dios, manifestando la realidad de Su Trinidad, se encarna en la Segunda Persona de dicha unidad en tres personas, vive en la experiencia humana que necesita redención para pagar la deuda que el ser humano no puede pagar por Sí mismo y así abrir el camino para poder acercarnos con confianza al trono de la gracia, así como la posibilidad de establecer una relación cercana e íntima con nuestro creador. Con esto, vemos la operación perfecta entre la santidad, la justicia y el amor de Dios en la historia de la redención; es una dinámica perfecta, consistente y congruente.

Esta historia se usa para argumentar que cada uno de esos ciegos es como las religiones del mundo, intentando explicar a un mismo Dios desde su perspectiva, por eso es que todas las religiones se refieren al mismo pero desde una perspectiva distinta. Pero si analizamos esta fábula objetivamente, de hecho, veremos que esta es una perfecta analogía de lo que sucede con las religiones: Ciegos que intentan conocer a Dios desde una perspectiva limitada y sus sentidos como la fuente de su conocimiento de aquello que no conocen. Los ciegos, aunque intentaron definir lo que sus sentidos les dictaban, estaban genuinamente equivocados. Su discapacidad no les permitía llegar a la verdad, lo cual los dejó en el error. No estaban definiendo nada desde su perspectiva, sino que su misma perspectiva es la que los llevó a la ignorancia. Sólo debemos entender que la inmensidad de Dios no puede ser conocido sólo por los sentidos, ya que nuestros sentidos son extremadamente limitados en comparación de lo que Dios es.

Dios es tan inmenso que no puede conocerse sólo por los sentidos.

El Dios que existe mantiene una congruencia perfecta en Sí mismo. Por ello, no todas las concepciones de Dios en todas las religiones podrían ser verdaderas. Y si no todas pueden ser verdaderas, implica que debe haber perspectivas que están equivocadas. Mi intención es llevar a la reflexión sobre el hecho de que hay un solo Dios, que es posible conocerlo, pero para hacerlo en verdad debemos ser conscientes de que no todos los caminos llevan a Él, no todo lo que se autoproclame “religión” es necesariamente un sendero que desemboque en el conocimiento del verdadero Dios. Si estamos motivados a encontrarnos con Él, entonces debemos ser honestos, intencionales, congruentes y críticos con el camino que hemos decidido tomar para verdaderamente tener un encuentro con el Dios que existe. Mi convicción es que esto es posible por medio de Jesucristo.

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