Individualismo: el gran estorbo del crecimiento espiritual

TEOLOGÍAESPIRITUALIDADFE

Jon F. Sánchez

En mi infancia y adolescencia había una constante en mi vida: la soledad. Durante mucho tiempo fue dolorosa, pero conforme pasaban los años, se convirtió en mi fiel compañera, de manera que aprendí a convivir con ella y a cohabitar con mis propios demonios. Esa aceptación de la soledad muchos podrían verlo como una señal de madurez, pero para mí, más bien, fue el augurio de una vida que se dirigía a la desgracia. No está mal que alguien la acepte, al contrario, puede ser algo muy gratificante; así como también existen muchas personas que ven la soledad como una puerta de entrada a la depresión o ansiedad. El problema no es la aceptación de este estado, sino lo que esto puede forjar en el carácter de una persona; especialmente cuando se ha cultivado bajo un entorno en el cual las heridas se convirtieron en ayos en medio del dolor. Un estilo de vida apartado de los demás es en realidad un mecanismo de defensa ante el dolor de la misma, y por lo mismo, las consecuencias de esta aceptación son congruentes a las heridas. Y uno de los frutos de los que quiero tratar en este escrito es el individualismo.

Haber aceptado la soledad en mi vida me llevó al individualismo, adoptando todo el paquete que viene con ella: egocentrismo, egoísmo, autonomía, independencia tóxica, autoempoderamiento, problemas con la autoridad, etc. Durante mis días de escuela y universidad, fueron estandartes vanagloriosos sumamente funcionales para desplegar mis capacidades y sentirme orgulloso de ello, alimentando en mí la ilusión de la autosuficiencia. Cada paso que daba estaba enfocado en demostrar que no necesitaba de absolutamente nadie. La arrogancia me cegaba enormemente, mis errores y defectos los escondía debajo del tapete y huía de todo aquello que evidenciara la basura en mi corazón.

man staring on lamp
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La Palabra de Dios tiene un principio importante que olvidan aquellos que viven su espiritualidad separados de la iglesia: “El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre” (Prov. 27:17). Este pasaje nos revela la importancia de la comunidad. Los rabíes de la antigüedad tenían la firme convicción de que estudiar y aprender con otros lleva a un conocimiento más pleno y exacto. Esta es de las verdades que podríamos considerar axiomáticas, debido a que no cabe duda que así es. Cuando se estudia y se aprende en comunidad, la experiencia y el entendimiento de otros fortalece nuestro conocimiento y carácter; nos lleva a ser más sensibles a los demás y a ser edificados por aquellos que nos rodean, así como ser de edificación para otros.

Al estudiar el Nuevo Testamento, encontré que la expresión “los unos a los otros” se repite constantemente (por lo menos unas 60 veces). Los escritores del NT son muy enfáticos en el sentido de comunidad. Esto llamó mi atención. Estoy convencido de que no es casualidad que las cartas de Pedro, Pablo, Santiago, Juan o Judas estén escritas para comunidades. Ni siquiera las cartas pastorales de Pablo, las cuales están escritas a una persona en específico, son individualistas; también contienen instrucción para la comunidad y la instrucción directa para el receptor siempre va en función de la congregación. Es decir, en la dinámica de lo que Jesús tenía en mente para la iglesia, no cabe el individualismo. Jesús mismo, siendo quien es, pudo haber desarrollado su ministerio solo. Pero Élmismo nos muestra el valor de ir acompañado cuando nombró a doce apóstoles y al convivir frecuentemente con varias personas, así como también al haber formado a muchos discípulos. Si leemos las páginas del Nuevo Testamento, nos daremos cuenta que no existen “lobos solitarios” que no necesiten de nadie, y que nadie puede desarrollarse a sí mismo si no es a partir de la iglesia.

person reading Bible on top of brown wooden table
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Cuando la iglesia surgió en el día de Pentecostés, leemos en el libro de Hechos que constantemente se dedicaban a la enseñanza de los apóstoles, la comunión, el partimiento del pan y la oración (Hch 2:42). Pablo usa la analogía de un cuerpo cuando explica la dinámica de la iglesia, y detalla la importancia del uso correcto de los dones que el Espíritu otorga a cada creyente para la edificación de la iglesia. También dice a los colosenses que a Cristo proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. (Col 1:28). Esto no es tarea que ha de terminar, sino un proceso cíclico donde los discípulos se preparan para amonestar y enseñar a otros. Pero ¿cómo podría ayudar a otros a crecer si yo mismo no permito que otros me enseñen? Roland Ehlke comenta que cuando todo nuestro aprendizaje transcurre a solas, existe la posibilidad de que sin la corrección de los demás nos desviemos.

Cuando conocí al Señor me dí cuenta de cuán equivocado estaba al creer que el individualismo era funcional. Aún en mis primeros años como creyente me seguí sirviendo de este estilo de vida, especialmente cuando empecé a estudiar teología. Pero el Señor me encontró y con Su Palabra me mostró que el individualismo es una de las enfermedades cancerígenas en la vida espiritual del creyente.

El individualismo es el gran estorbo del crecimiento espiritual.

El individualismo es el gran estorbo del crecimiento espiritual. Incluso me atrevería a decir que es el asesino del crecimiento espiritual. Pueden haber cristianos genuinos que pasan toda su vida en inmadurez espiritual y de carácter, sin poder gozar de las mieles que el Señor ha dejado dentro de los brazos de la iglesia, por creer que son suficientes en sí mismos para correr la carrera de la fe. Esa es una gran mentira satánica. Por ello, quiero invitarte lector, lectora, a que busques la compañía correcta que te impulse en tu crecimiento espiritual.

four men sitting beside table
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Atendamos a la invitación del apóstol Pedro cuando en el contexto de la persecución, hace un llamado a los ancianos y a los jóvenes en 1 Pedro 5:1-5. Exhortando a los ancianos a pastorear y cuidar del rebaño con un deseo sincero, así como exhorta a los jóvenes a sujetarse a los ancianos. Cuando Pedro hace referencia a los ancianos usa la palabra presbúteros, y cuando menciona a los jóvenes usa la palabra neos; podemos interpretar esto no solo en un sentido de edades sino de madurez. Por ello, Pedro termina esta exhortación a ambos grupos con la instrucción: revístanse de humildad en su trato mutuo. Esta dinámica requiere humildad dado que, al conocer el contexto de la carta, sabemos que las tensiones de la congregación podían disiparse si los “ancianos” pastorean con amor, mansedumbre y humildad, y los “jóvenes” están dispuestos a escuchar a los que son espiritualmente maduros. Las iglesias contemporáneas tienden a olvidar esta dinámica, y la creación de ministerios paraeclesiásticos juveniles se ha convertido en una amenaza para el crecimiento espiritual de las nuevas generaciones cuando no tienen una instrucción, cuidado y pastoreo de esta índole.

Pedro concluye el versículo 5 con una cita proverbial que deja sin armas a aquellos que, como yo, creen que la autosuficiencia es señal de madurez espiritual al mostrarnos que, más bien, son síntomas de orgullo, soberbia y un gran ego que necesita ser doblegado; y solo Dios es capaz de subyugar egos como el mío para otorgar gracia. Pedro nos lo recuerda diciendo: Porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Y la humildad es requerida para entender el valor que la iglesia tiene para ayudarnos a crecer. Te invito a desarraigar de tu mente el “yo puedo solo”, y empezar a entregar las armas del individualismo en las manos del Señor para verdaderamente ser renovados en nuestra mente, corazón y voluntad, y así encaminarnos a alcanzar la meta del cristiano: ser conformados a la imagen de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.