La enfermedad del emocionalismo

TEOLOGÍAESPIRITUALIDADFE

Jon F. Sánchez

Cuando Jesús fue tentado en el desierto, no respondía con palabras propias, sino que citaba las Escrituras para hacerle frente a las tentaciones que le golpeaban. Si Satanás deja en la puerta de la tentación la idea de que Dios no nos ama, ¿cómo deberíamos hacer frente a ello para que aquella puerta no sea abierta? Respuesta: con las Escrituras. La Biblia contiene la revelación profunda del amor de Dios desde el principio de los tiempos hasta finalmente culminar en la bandera del amor ondeando eternamente sobre el mástil en que Dios la colocó, una cruz. ¿Por qué he de necesitar de elementos externos para regocijarme en la gran verdad del amor de Dios revelada en la Escritura? ¿Será que la obra de Jesús en la cruz no fue suficiente para demostrar el amor de Dios? El problema es que, en las nuevas generaciones, han decidido que no es suficiente. Requieren de toda una experiencia para sentirse “conectados” con Dios. Y la fuente de su conocimiento de Dios es meramente empírica, proveniente de la letra de canciones con formulaciones teológicas descuidadas, predicaciones motivacionales alejadas de la verdad bíblica, o el testimonio de personas que tienden a espiritualizar cada cosa que observan a su alrededor. Cada una de estas cosas, provoca que la fe de algunos parezca ser alimentada por el emocionalismo y nada más.

a group of people standing in a room with their hands up
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Hace un tiempo, conversando con una querida amiga, me platicó una situación que me dejó helado. Su historia venía a la plática como un acontecimiento que tenía tintes milagrosos en el preámbulo. Comenzó con una idea inquietante en su mente que la había asaltado durante la semana. El contenido básico de esta idea era la pregunta “¿Dios en verdad me ama?”. Creí anticipar la resolución de su historia, sin embargo, dio un giro que no esperaba. Cuenta que, mientras la semana transcurría, esa pregunta comenzó a sufrir una metamorfosis que culminó en una aseveración: “no me ama”. No indagó mucho en los detalles de dicha transformación, simplemente dió un salto hacia tal afirmación. Al parecer, esta idea no había afectado en lo absoluto su participación durante el culto dominical; debía cumplir con sus responsabilidades de cada domingo, y ese fue el motor para continuar. No obstante, dicha idea le hizo cuestionar si su participación tenía algún sentido en la iglesia. Posteriormente, narra que, durante el tiempo de la “ministración”, ella sentía la presencia de Dios en el lugar mientras el grupo de música tocaba a todo volumen, y entonces alguien se acercó a ella mientras derramaba un par de lágrimas para decirle al oído “Dios te ama”. Y a partir de ese momento –ella cuenta– dejó de dudar del amor a Dios hacia ella. Una historia… ¿conmovedora?. Al final de nuestra conversación, solo se me ocurrió hacerle una pregunta: ¿por qué dudaste del amor de Dios? Su respuesta apuntaba únicamente a su impotencia frente a la tentación malévola de Satanás. No puedo objetar contra el hecho de que Satanás busca tentar de esa manera, sin embargo, sí puedo objetar contra la impotencia, ya que, en esa tentación, cada uno de nosotros juega un papel sumamente importante del cual no nos podemos deslindar.

El tiempo en que vivimos está lleno de iglesias que usan múltiples elementos emocionales para atraer a las personas, y convencerlas de que las explosiones emocionales son necesarias para la manifestación de Dios, o para “sentir” a Dios. Es necesario aclarar, que las emociones no son malas per se; de hecho, son evidencia de haber sido creados a la imagen de nuestro Dios. No obstante, las emociones no son el elemento por el cual Dios se ha revelado. Si así fuera, ¿puedes imaginar cuántos conceptos de Dios tendríamos que aceptar como verdaderos? Solo por haber sido formulados a partir del emocionalismo. Cada persona tendría un concepto personal de Dios, diferente al tuyo y al mío, no basado en la verdad sino en su propia experiencia de Dios. Y el dios al que estarían adorando, es uno creado por su propia mente (en el mejor de los casos) y no al Dios verdadero. Imagina que la relación que tienes con tus padres, no sea por tener la oportunidad de comunicarte directamente con ellos, sino por lo que otros te digan sobre ellos y lo que te hagan sentir al hacerlo. Pero nunca porque haber tenido una verdadera relación personal con ellos, donde te fue posible tener una comunión donde los conociste por cómo te hablan, las cosas que te dicen, las cosas que hacen por ti una y otra vez, la manera en que te instruyen e incluso cómo te disciplinan. ¿Podríamos llamar a eso “relación”?

El emocionalismo es la enfermedad de la iglesia, ya que crea la ilusión de una relación que podría describir como artificial y superficial. La sobreexaltación de las emociones no nos lleva a una relación con Dios, sino a la práctica de una fe mediocre que ni siquiera puede defenderse delante de aquellos dispuestos a destruirla con argumentos cuidadosamente construidos y pensados. Aquellos que piensan que su emocionalismo es suficiente para tener una relación con Dios, han cometido el gran error de inclinarse en sentir más dejando de lado el crecimiento en la Palabra de Dios. Este es el extremo opuesto a la sobreexaltación de la razón. Una vida cristiana íntegra y equilibrada es aquella en la que las emociones no son provocadas por estímulos externos y ajenos a Dios, sino por la verdad que encontramos en la Palabra de Dios. Los Salmos son un ejemplo vívido de esto.

a group of people standing in a room with their hands up
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Muchos de los Salmos están cargados de emociones que no son provocadas por factores externos, o atmósferas místicas, sino por el Señor mismo. Él es quien provoca estas emociones. Es un buen ejercicio meditar si es el Señor el que provoca nuestras emociones, o si es la atmósfera creada por las luces y la música del lugar. ¿Es la verdad del Señor la que mueve mis emociones o es el momento? ¿Es la verdad de Dios la que me deleita o la música emotiva? Como músico diría que Dios usa la música para comunicarse conmigo porque Dios también ha creado la música. No niego que podemos probar un poco de la esencia de Dios por medio de la música, pero Dios no se ha comunicado por medio de la música, sino por medio de Su Palabra. Salmos como el 119, nos enseña la gran importancia de permanecer en la Palabra de Dios y que eso debería ser lo más importante para nosotros.

Por el camino de Tus mandatos correré, porque Tú ensancharás mi corazón. Enséñame, oh Señor, el camino de Tus estatutos, y los guardaré hasta el fin. Dame entendimiento para que guarde Tu ley y la cumpla de todo corazón. Hazme andar por la senda de Tus mandamientos, porque en ella me deleito.

Salmo 119:32-35

Nuestro gran deleite debe ser la Palabra de Dios, el detonador de nuestras emociones, la sensibilidad de nuestra espiritualidad, y nuestra obediencia al Señor. No al revés. Que nuestras emociones sean el detonante de nuestra vida espiritual y una aparente vida en obediencia al Señor, dado que, esta es solo una ilusión efímera que puede menguar nuestra fe o incluso destruirla con las dificultades o el sufrimiento.

El emocionalismo construye una fe de cristal, y una espiritualidad torcida. Por ello, quiero invitarte a analizar si eres de los que se deja llevar por el emocionalismo, o si tus emociones, tu razón y tu vida espiritual están equilibradas en la Palabra de Dios.